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sábado, 13 de abril de 2024

Con el favor de Selene y el recuerdo de Séneca… lacl / Nina S, Isn't it a Pity

 



Las líneas, rezos o versos, como los quieran llamar, que aparecen al final de los párrafos de introducción, irrumpieron en horas de la noche de manera inopinada, inevitable, dolorosa. Me había topado ese día con una plana de prensa en la que se mostraba una foto desplegada sobre el linchamiento y posterior quema de un delincuente en una calle de nuestras barriadas caraqueñas. Se trataba presuntamente de un violador, así que no se trata de justificar delito alguno, pero no puedo menos que expresar lo que en aquel momento sentí y, al día de hoy, sigo sintiendo. Pues un acto como ése, perpetrado en la plaza pública, me sorprendió en una imagen ante la que se muestran algunas personas delirantes ante el fuego que consume la humanidad del presunto delincuente; imagen que dice mucho sobre el grado de inhumanidad a la que, como colectivo, hemos llegado. 

Lo que más me impresionó, en aquella oportunidad, fue el rostro que se desprende del fuego que consume al hombre que han ajusticiado; pareciera verles las caras a todos con gesto de sorpresa.

Lo que pensé aquella tarde, y sigo pensando hoy, es que el rostro no era el del hombre, sino el de una potencia que vibra más allá de nosotros y que trata de decirnos algo sin palabras. 

Hoy lo reitero, ese rostro que mira a la turba clamando en jolgorio ante la inmolación con fuego del delincuente o presunto delincuente (ya que no quise investigar el prontuario delictivo de ese señor), no solamente habla de las almas retorcidas de que es capaz generar  nuestra socio-patológica civilización. 

Y no voy a decir que la turba que manifiesta y representa al colectivo esté compuesta de violadores o seres de similar naturaleza, pero pienso que al tomar acciones como ésa de prender fuego a un ser humano en la vía pública y luego cantarlo en jolgorio hacia los cielos,  no puede expresar un armónico equilibrio en su seno. Así que voy a reproducir lo que escribí hace algunos meses, cuando me volví a topar con estos recuerdos, pero sin atreverme a divulgarlos de nuevo en este blog. Hoy me armo de valor y reproduzco los textos del año pasado y los de hace 15 años, cuando mi corazón sufrió la gran derrota ante esta escena...

No coloco la imagen de frontispicio en esta publicación, ya que mi interés no es ése; sin embargo, quien quiera contemplar la imagen podrá observarla a pie de página. En el frontispicio coloco una imagen reciente de la Diosa Blanca...

Salud, lacl, 13 de abril de 2024.

**"

El texto que sigue fue redactado en octubre del año pasado, mas no me atreví a publicarlo, no tenía la gana ni la fuerza necesarias para ello y todavía no estoy seguro de si vale la pena el hacerlo...

Reitero algo dicho hace algunos años, pero haciendo mayor hincapié sobre lo siguiente: la verdadera y única raíz de nuestros males no deviene de idearios políticos ni de filosóficas diferencias de opinión: deviene de la generalizada insensibilidad sembrada en cada humano pecho desde el primer suspiro que damos en el mundo. 

Se nos ha enseñado a ser impasibles, despiadados, desapasionados, muertos para la compasión, inertes para el condolerse. En su lugar, lo que se le da, ya en el tetero, a cada niño es envilecimiento, mezquindad, arrogancia, soberbia y todo aquello que asesine el menor asomo de clemencia para con el otro. Esa es la única y verdadera causa de nuestros males, no las diferencias entre sistemas políticos o ideológicos. El ser humano, grosso modo, no quiere obrar el bien porque no piensa ni, mucho menos, siente en colectivo, quiere el mal porque se le ha enseñado a pensar sólo en sí mismo como la única medida de las cosas, un pensar desligado de todo sentimiento... Una sociedad de extranjeros. en el sentido camusiano del término... 

Este comentario que sigue fue una respuesta a amigos y contactos de una red social, en ocasión de publicar esa terrible imagen con las líneas que siguen más abajo... 

La cita que sigue ha de haber sido escrita por el año 2009.

(CITA)

"...Gracias a todos por sus comentarios. Ando un poco extenuado en el ánimo. Y también, con poco fuelle para el soplo de palabras. Pero no he de dejar la impronta del silencio en estos aires, luego de que me he atrevido a arrojar la vara. Estas líneas no pretendieron ser poema, surgieron de una ardiente y dolorosa necesidad. 

Sobrellevar una reiterada tensión del alma, como suspendida en el tiempo, ha sido ejercicio cotidiano para quien esto escribe. Pero sé, estoy convencido de no ser el único. 

Acaso no seamos mayoría los que nos vemos atacados por esa desazón de tener que padecer a una colectividad que se ha sumido en la mayor de las pobrezas, como lo es la de una insensibilidad a todo trance, la de la miseria del rencor repartido al azar, la que enaltece la deshonra humana como norma a celebrar, la que pretende hacer tabla rasa con la suma de todos; pero existimos, ciertamente. Y nos toca hablar de cuando en cuando; quedamente, a sottovoce, y no tan reservadamente, en otras ocasiones. Ese sentido de asumida extradición, suspendido a lo largo de una vida es lo que catapulta el decir..."

(CIERRO CITA)

Y hoy agrego: el vaporoso rostro de fuego sigue contemplándonos, impertérrito, en nuestra auto inmolación. Esa imagen me estremeció ayer, como me estremece hoy. Esa noche, la única respuesta que pude darme fue la de sumergirme en el agua y contemplar la luna. Buscaba cobijo en medio del frío o algo con la fuerza capaz de apagar ese inhumano fuego, tan desligado del fuego elemental. Pero no obtuve más respuestas que las aquí declaradas…

lacl, octubre de 2023.


*******

Con el favor de Selene y el recuerdo de Séneca…


Mi ciudad se está resquebrajando,

el país se está rompiendo a pedazos,

el mundo se desvanece,

cielos y mariposas caen descuartizados

y sus brillos yacen temblando,

como un murciélago que,

en medio de la noche,

desfallece abatido por una honda.


Todos,

hombres y mujeres,

elevan loas a la desgracia,

mientras encienden velas

a bienaventuradas hecatombes.


El suelo se rasga

y ya no quedan columnas

bajo piso alguno.

Un sulfuroso averno

se lleva a rastras

a desesperados

e iracundos.


Los pocos que se

conservan serenos,

aguardan estoicamente

por el mazo de gracia.


Nada detiene ya

el desmoronamiento

de esta piadosa Babel,

que tan orgullosamente

levantáramos para la

concelebración de homilías

signadas por la altísima

aureola del suplicio.


Somos hijos de dios padre

y, a modo de obedientes retoños,

nos impusimos impartir

hostias exánimes

entre azotes y estocadas

de agonizante martirio.


Entre tanto,

ha llegado la noche

y me sumerjo en mi tina,

mas no para cercenar

las venas de mis muñecas.


La luna,

esa puerta de plata,

puntualmente sediciosa

y seducente,

con su canto sigiloso,

elocuente y lenguaraz,

hechiza los despropósitos

de mi corazón.


Agua y luna.


Noche y recogimiento.


Viento, dicción

y entrañable libación.


En la médula de esta

soledad iluminada,

entre las crestas y volutas

que se forman en el agua

al casarse con mi cuerpo,

con la luna

y con los vientos,

aguardo por la siega

de la hora final.


Toda muerte

carga una colecta,

todo desenlace

esconde una cosecha.


Junio 23, 2009 - Louis Aleixandro Cuntreira - En una hoja suelta…

(lacl)




Nina Simone, Isn't it a Pity 



domingo, 7 de abril de 2024

Tao-Te-King, Lao Tse. Aquellos primeros versículos y una nota sobre lo que un libro puede hacer por un descaminado lector, lacl. / Música de La dinastía Tang. / Estampas

 


El Tao que puede ser descrito no es el Tao eterno. 

El nombre que puede ser dicho no es el nombre eterno.


Lo sin nombre es el origen del Cielo y de la Tierra, lo nombrado es la madre de los Diez Mil Seres.


Quienes nada desean

pueden percibir su sutileza.

Los que siempre desean 

ven solamente lo que anhelan y buscan.


El ser y el no ser unidos emergen.

Tienen distintos nombres, pero idéntico origen;

aquello más profundo que lo profundo, la infinita profundidad. 


Lao Tse.


*******

Estas líneas iniciales del Tao Te Ching (Tao-Te-King), pero en otra versión a nuestra lengua, fueron los primeros parágrafos que un imberbe servidor leyera del libro sapiencial. De tal libro con los años me he ido haciendo de distintas versiones a nuestra lengua e, Incluso, en otras. Pero aquella primera versión era un sencillo tomo, un libro con una tapa de tono amarillo un tanto escandaloso. Y a pesar de que se trataba de una edición económica, recuerdo muy bien, tanto ese primer parágrafo, como algunos otros más que entraron de lleno a resonar en las galerías de mi soliloquio interior. Eran años de desarraigo. Años de angustia y juventud. Van de la mano. El típico deshojar de una flor por parte de aquel joven que de pronto se encuentra con un horizonte sin fin como derrotero al vivir. 

Me refiero a ese desarraigo típico que ataca a buena parte del ser humano en el trance que media en el paso de la adolescencia a la adultez. Me refiero, intentando ser más preciso, a ese trance que alguna vez Joseph Conrad describiera como una "línea de sombra" en una de sus magníficas narraciones. No podría asegurar (no me atrevería, de manera taxativa) que toda persona está destinada a ese paso, aunque así lo crea firmemente en mi fuero interior. Pero sucede que hay seres que nacen haciéndose preguntas, repreguntas y contra preguntas sobre el porqué de nuestro paso en este juego magnífico de cósmicas carambolas, como también los hay aquellos que pasan por la vida intentando no entrar en disertación alguna sobre el enigma que nos significa el vivir, el misterioso regalo del ser. 

Entraba yo a la escuela de letras sin mucha convicción de lo que quería hacer con mi vida. Diré más, me preguntaba siempre cuál era la razón de que todo el mundo le indicara a uno que "tenía que hacer algo con su propia vida". Como si el mero vivir no fuera ya asaz suficiente. Descaminado, como todo ser de aquellos de los que pertenecen al clan de los preguntadores y cuestionadores, no sabía yo qué hacer en una sala atestada de bizoños estudiantes para recibir clases sobre literatura y vida. 

Pero la fortuna o el regalo estuvieron allí, de parte de la profesora que nos tocara en ciernes. Mi memoria no recuerda mucho más de lo que voy a narrar. La ductora o guía nos hablaba, como si tal cosa, de algo intrincado y para lo cual quizás no estaba mi psique en la más plena de las armonías, al menos, esa es la memoriosa impresión para ese momento crucial de mi vida. Tenía, la profesora, la mejor de las intenciones, aunque creo que quizás no tomaba en cuenta el diferencial psíquico y emotivo que puede tenderse entre una red de nóveles testas sentadas sobre pupitres. Y no lo digo a modo de crítica negativa, no está en mí el criticar una gestión tan complicada como la de profesar un saber o la de intentar, al menos, diseminarlo entre otros seres, sobre todo si se trata de iniciantes. 

Lo cierto es que nos hablaba de una esencia cuyo asunto es arduo e indócil para la maleabilidad. Un asunto en el que las nociones de nada, de todo, de ser y de no ser estaban en juego. Y se apoyó en aquel pequeño tomo de un señor llamado Lao Tse y cuya portada mostraba el nombre de TAO TE CHING. Bastóme leer ese primer parágrafo para saber que allí se plantaba el primer paso o la primera respuesta a mi larga hilera de preguntas tendidas desde la infancia hasta ese día.

Pero, como ya lo he dicho, eran días de personal desasosiego, de extravío, de enajenamiento, de experimentación de una otredad a veces asfixiante, distanciada de aquellos años de infancia en los que, de manera intuitiva, una visión pan-estelar prometía una unidad entre lo cósmico y lo humano; para expresarlo de manera metafórica, sensación de ser ave de paso con apetito de intentar sus primeros vuelos, tal como algunos años después lo vería prístinamente reflejado en la novela de Conrad. 

Me tocaría mucho divagar, mucho deambular, mucho discernir, mucho sufrir (por qué no decirlo?) y mucho buscar. Acaso allí, en la persistencia de la búsqueda, se cifre la clave de todo lo que resulta esencial para el vivir. Y para ello tendría que vivir enfrentando situaciones no deseadas, por lo que me tocaría también asumir muchas deserciones, apartarme de listados, de gremios, de concertaciones. Pero llevaba en mis alforjas una palabra que, sin pretenderlo, alumbra como un faro en el solitario camino de la noche. Gracias a ese concentrado cúmulo de palabras, juntadas allí para nombrar lo innombrable, pude yo conciliar sosiego con angustia.

Eso ha sido para mí el libro de Lao Tse, el inefable y a un tiempo mismo indispensable TAO TE CHING (o TAO-TE-KING, como también se le suele titular).


lacl, nota cuyos primeros bosquejos han sido trazados el 6 de abril, mas finalmente redondeada el 7 de abril, hora del pulmón, esto es alrededor de las 3 a.m.

Acaso sea la primera vez que me apoyo en la versión de Arturo Garvizu, una hermosa edición publicada por Oscar Todtmann Editores, Caracas, 1999.


(Carátula de la referida edición.)



Música de La dinastía Tang 







viernes, 5 de abril de 2024

Sueño que el sueño sopla, lacl. / Galería de ORFEO, Claridade.

 



Sueño que el sueño sopla delicias dispersas,
agitando las límpidas telas de un fugaz pensamiento
Mi cuerpo se arrulla sobre incansables preguntas
tendidas bajo una lluvia incansable de imágenes
El tiempo me lee su música
en una rosa de sol
Es una rosa de aguas dulces,
es una nave vagando en celo
sobre un disco azul
Una mujer canta...
   el poeta podría ser el mar,
la visión del vago misterio,
podría ser el vivo cadáver de la primavera,
si los azares de un trabajado mundo
no lo consumieran en lances infructuosos
Después reza una niña...
   ningún canto es ya verano
   si la piel grita silencios
   y los huesos no extrañan el misterio
de los cantos que se desangran
al tímido roce de un sueño
que el sueño sopla


(lacl, Cuadernario, Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, Bogotá, 2007.)


Galería de Orfeo: Claridade.










Galería de ORFEO: Claridade.




domingo, 31 de marzo de 2024

Después del libro, ?qué? George Steiner. Unas consideraciones muy pertinentes. (En redacción)

 



Otros "Pájaros perdidos," de Rabindranath Tagore. (lacl). / Zona documental.

 


Pájaros perdidos de verano vienen a mi ventana, cantan, y se van volando.
Y hojas amarillas de otoño, que no saben cantar, aletean y caen en ella, en un suspiro.

Vagabundillos del universo, tropel de seres pequeñitos, dejad la huella de vuestros pies en mis palabras.

Para quién lo sabe amar, el mundo se quita su careta de infinito. Se hace tan pequeño como una canción, como un beso de lo eterno.

Las lágrimas de la tierra le tienen siempre en flor su sonrisa.

Si de noche lloras por el sol, no verás las estrellas,

Tengo encendidas mis estrellas en el cielo, y ay de la lámpara apagada en mi casa !

Como se prenda en ti el polvo de las palabras muertas, lava tu alma en el silencio.


Traducción de Zenobia Camprubí de Jiménez, la esposa de Juan Ramón...
Editorial Lozada, Buenos Aires, 1948.

(Tan sólo he matizado un tanto la última de las anotaciones, lacl)








Todo fluye, Vasili Grossman, una novela incontestable, lacl. /



El leve movimiento de un brazo, acompasado con el gesto de la mano de un ser inopinado, al otro lado del mundo, puede generar resonancias y ecos en otras esquinas del orbe. Y viceversa. Para bien o para mal. Las nociones de espacio y tiempo poco cuentan en esta suerte de transmigración de sucesos de los que se compone el inmensurable coro de la creación. Pero los seres humanos, grosso modo hablando, no solemos reparar en tales experiencias, las cuales solemos considerar como menudencias sin importancia. Vivimos enfrascados, casi que podríamos decir imbuidos, en nuestros oficios y ocupaciones pero, sobre todo, en nuestras silentes obsesiones, las cuales hemos convertido en patrones de conducta que se repiten, jornada tras jornada, obstaculizando la armonía que, de suyo, viene inserta en nuestra sangre al abrir los ojos por primera vez al mundo. 

Son estas unas reflexiones solapadas, acaso meta literarias, que surgen a un margen de la vereda, luego de haber leído "Todo fluye", la novela de Vasili Grossman, la que de manera milagrosa se salvó de la quema y pudo ser publicada unos 25 años después de la muerte del censurado escritor, gracias a la (infelizmente momentánea) política de apertura que significó el Glassnot y la Perestroika. 

Reflexiones que, quizás, vengan al caso, cuando a lo largo y ancho del mundo conocido como civilización humana, trátese de la de tiempos pretéritos o de la de ahora, un simple y desprejuiciado observador puede notar que dicha civilización se ha caracterizado por aherrojar, subyugar, avasallar a la divina persona del ser humano que de ella forma parte, para cercenarle así todo derecho a su libertad como ser indiviso. 

El hecho de que una persona que plasma en unas hojas lo que ve, sea en forma de narración o de canto poético, y que tenga que confiarlas a un tercero que ha de enterrarlas en el subsuelo para, en algún momento del futuro, quizás puedan ser ventiladas al ojo del público, nos revela el milagroso poder que encarna en esa orquestación de la casuística que, como un ángel de la guarda, ampara y protege la verdad.

Y tal cosa ha sucedido con dos obras postreras de Grossman: VIDA Y DESTINO y TODO FLUYE. 

En lo que concierne a las vicisitudes y contingencias que tenemos que vivir como seres humanos a los que  se les pretende coartar la libertad y, de hecho, se les coarta, este año tuve la fortuna de poder iniciarlo con muchas lecturas y entre ellas destaco la de TODO FLUYE, una novela contundente y conmovedora al respecto. 

En su narración todo lo que fluye es definitivamente todo lo contrario a la propagación de la  libertad: la conculcación de los derechos humanos, las expropiaciones, la hambruna programada, las delaciones, los arrestos, las torturas, las ejecuciones sumarias, y sin embargo, el libro es un canto a la libertad y a nuestro derecho de permanecer en los parajes del candor, en lugar de los de la defenestración del prójimo, todo ello expresado en el vivo retrato de un ser humano, el protagonista Iván Grigórievich. 

Una de las sutilezas más susceptibles de destacar en esta elegía narrativa es la firmeza del candor, la pura inocencia que se planta ante el goce de vivir en libertad, el goce de vivir en sintonía con un entorno que va más allá de los humanos poderes temporales y sus seculares bajezas. Iván ha pasado tres décadas en Siberia por la delación de un señor que se mantuvo a flote a punta de ello: de delatar a inocentes para que se les imputase como enemigos de la revolución. Hay muchos capítulos conmovedores, entre ellos, ése en el que se encuentra con el señor que le delata, un burgués de izquierda y a quien Iván le considera como uno de sus amigos de juventud. Luego de su saludo en la calle cada quien sigue sus pasos, maravilla contemplar ese encuentro y lo que cada uno piensa para sí luego del encuentro... 

Los rasgos de Lenin y de Stalin son maravillosamente retratados en los silenciosos pensamientos de Iván, rasgos que casi pasan a ser parte de un tratado sobre política o, mejor, sobre el abuso de quienes ingresan a la fiesta para pelearse la torta de la política. 

Una brillante acotacion, que puede tomarse como parte de sus conclusiones, es aquella que señala la paradoja de querer instaurar una "Revolución en pro de la liberación del ser humano" en una nación o conglomerado de Naciones que ha vivido más de mil años en estado de servidumbre. La incontestable conclusión es que el pueblo ruso jamás ha sido libre; ha vivido siempre en estado de servidumbre. Y los hechos ocurridos con posterioridad a la muerte de Vasili Grossman parecen reconfirmar lo narrado. 

En fin, no es recomendable contar parte del anecdotario; es preciso tomar el libro y leerlo; una vez que se comienza considero que no se le puede soltar. La verdad es que me ha dado placer leerlo, a pesar de que el tema no sea un elogio de la belleza o de la humana fraternidad, ello sería cuesta arriba, si no imposible, dentro de un mundo que la niega.

Salud, lacl.



Grossman fue uno de los primeros en denunciar los campos de exterminio.

En brandenburgo.

Entrevistas a civiles en Alemania.







Del Libro del tabú, de Alan Watts. (Textos en redacción)